La Ascención

septiembre 17, 2020

1. Él ascendió

1.   Señor mío, Te sigo hasta el cielo. Cuando Te elevas mi corazón y mi mente van contigo. Nunca hubo un triunfo como este. En Belén te presentaste en la carne humana de un bebé. Esa carne, tomada de la Virgen Bienaventurada, no existía antes de que la formaras como un cuerpo. Fue una obra nueva de Tus manos. Y Tu alma fue nueva también, creada por Tu omnipotencia en el momento que entraste en ese seno sagrado. Ese cuerpo y esa alma puros, de los que te revestiste, comenzaron a ser en la tierra; nunca habían estado en otra parte. Esto es un triunfo. La tierra se levanta hasta el cielo. Te veo subir. Veo esa forma humana que colgó de la cruz, esas manos y pies marcados, y el costado traspasado, que suben al cielo. Los Ángeles están llenos de júbilo, miríadas de espíritus bienaventurados que expanden su gloria se abren como las aguas para dejarte pasar. El pavimento viviente del palacio de Dios está partido en dos, y los Querubines con espadas flamígeras, que forman la muralla del cielo contra los hombres caídos, abren camino para que Tú puedas entrar con Tus santos detrás. ¡Qué día memorable!

2.   Los Apóstoles sienten que es un día memorable, ahora que llegó, pero antes sintieron de modo muy diferente. Le tuvieron terror cuando venía. Pensaban que sería una gran aflicción. Pero ahora, según leemos, regresan a Jerusalén “con gran gozo” (Lc 24,52). ¡Qué momento de triunfo! Ellos lo entendieron ahora. Comprendieron lo flojos que habían sido en escatimar a su Señor y Maestro, el glorioso Capitán de su salvación y Magnífico primer fruto de la familia humana, esta corona de de Su gran obra. Era el triunfo del hombre redimido. Es la conclusión de su redención. Era el último acto que aseguraba todo, por el cual ahora el hombre está verdaderamente en el cielo. Él ha entrado en posesión de su herencia. La raza pecadora tiene ahora uno de sus propios hijos allí, de su carne y sangre, en la persona del Hijo Eterno. ¡Qué admirable matrimonio entre cielo y tierra! Comenzó en el dolor, pero ahora el largo esfuerzo de ese misterioso día de bodas ha terminado. La fiesta matrimonial ha comenzado. Matrimonio y nacimiento han ido juntos. El hombre ha nacido de nuevo cuando el Emmanuel entra al cielo.

3.   ¡Emmanuel, Dios en nuestra carne, también nosotros esperamos seguirte, por Tu gracia! Nos aferraremos al borde de tus vestiduras mientras subes, porque sin Ti no podemos ascender. ¡Emmanuel, qué día de alegría será cuando entremos al cielo! ¡Qué inexpresable éxtasis, después de todas las penas! Nada es fuerte sino Tú. Tenuisti manum dexteram meam: et in voluntate tua deduxisti me, et cum gloria suscepisti me. Quid enim mihi est in caelo, et a Te quid volui super terram? Defecit caro mea et cor deum; Deus cordis mei, et pars mea Deus in aeternum. “Tú tomas mi mano derecha, me guías según Tus planes, y me llevas a un destino glorioso. ¿No te tengo a Ti en el cielo?; y contigo ¿qué me importa la tierra? Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna” (Salmo 72, 23-26)

2. Ascendit in coelum

Él ascendió al cielo

1.   Mi Señor ha ascendido al cielo. Te adoro, Hijo de María, Jesús Emmanuel, Dios mío y Salvador mío. Puedo adorarte, mi Salvador y mi propio Hermano, porque Tú eres Dios. Te sigo en mis pensamientos, a Ti que eres el primer fruto de nuestra raza, como espero seguirte algún día personalmente con la ayuda de Tu gracia. Ir al cielo es ir a Dios. El está allí y sólo El, porque la perfecta bienaventuranza está allí y nada más, y nadie puede ser bienaventurado si no es bañado, escondido y absorbido en la gloria de la divina naturaleza. Todas las criaturas santas no son sino la vestidura del Altìsimo, que El ha puesto allí para siempre, y que brillan con Su luz increada. Hay muchas cosas en la tierra, y cada una es su propio centro, pero un solo Nombre es invocado arriba. Es sólo Dios. Esta es esa verdadera vida sobrenatural, y si viviera una vida sobrenatural en la tierra, y deseara la vida eterna sobrenatural que está en el cielo, una sola cosa debería hacer: vivir con el pensamiento de Dios aquí. Dios, enséñame esto, dame Tu gracia sobrenatural para ponerlo en práctica, para que mi razón, mis afectos, mis intenciones y deseos, estén penetrados y poseídos por el amor a Ti, sumergido y anegado en la única visión de Ti.

2.   Hay un solo Nombre y un solo Pensamiento arriba, y hay muchos debajo. Esta es la vida terrena que lleva a la muerte, es decir, seguir tras los innumerables objetos, deseos, fatigas y diversiones que persiguen los hombres en la tierra. Aún lo bueno que está aquí abajo no lleva al cielo, está estropeado por la venta, perece por el uso, no tiene permanencia ni integridad ni consistencia, tropieza con el mal antes de haber terminado bien, antes de haber comenzado a ser bueno. Es por lo menos vanidad, cuando no es algo peor. Lleva comúnmente las semillas del pecado real. Dios mío, conozco todo esto. Señor Jesús, confieso y se que sólo Tú eres las Verdad, la Belleza y el Bien. Tú sólo puedes hacerme esplendoroso y glorioso, y que ascienda tras de Ti. Tú eres el camino, la verdad y la vida, y nadie más lo es. La tierra no me llevará nunca hacia el cielo. Tú sólo eres el Camino, Tú solamente.

3.   Dios mío, ¿podré dudar por un instante dónde está mi senda? ¿No te tomaré inmediatamente por herencia? ¿A quién iré? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Has bajado con el verdadero propósito de hacer lo que nadie aquí abajo puede hacer por mí. Nadie sino Tú, que estás en el cielo, puede llevarme al cielo. ¿Qué fuerza tendré para escalar la alta montaña? Aunque sirviera al mundo siempre bien y cumpliera mi deber, como dicen los hombres, ¿qué puede hacer el mundo por mí aunque mucho lo intente? Aunque cumpla bien en mi puesto, haga el bien a mis amigos, tenga un buen nombre o una amplia reputación, realice grandes acciones y sea famoso, aunque obtenga la alabanza de la historia, ¿cómo todo esto podría llevarme al cielo? Te elijo a Ti, pues, como mi única herencia, porque vives y no mueres. Arrojo todos los ídolos. Me entrego a Ti. Te ruego que me enseñes, me guíes, me hagas capaz, y me recibas.

3.   Nuestro Abogado en el cielo

1.   Señor mío, Te adoro adecuadamente porque has ido al cielo para ponerte allí de mi lado y defender mis intereses. Tengo a quien intercede por mí, al Señor de todas las cosas. En la tierra tratamos de ponernos bajo la protección de hombres poderosos cuando tenemos algún negocio importante entre manos, sabemos lo que vale su influencia, y apreciamos mucho cualquier promesa que nos hacen. Tú eres omnipotente y ejerces Tu omnipotencia por mí. Hay millones de hombres en el mundo y has muerto por todos ellos, pero vives para Tu pueblo a quien has escogido del mundo. Y vives aún más maravillosamente para Tus predestinados. Los has grabado sobre la palma de Tus manos y sus nombres están delante de Ti. Llevas cuenta de su nómina y los conoces de corazón, ordenas el mundo para ellos, y cuando su número esté completo el mundo acabará.

2.   Para mí, Tú me has elegido para la gracia actual y así me has puesto en camino hacia la gloria futura. Se perfectamente bien que cualquiera sean Tus secretos designios acerca de mí, será simple, entera y realmente culpa mía que m nombre no esté escrito en Tu libro. No puedo comprenderte y no puedo comprenderme lo suficiente como para saber y estar seguro de esto. Me has puesto en un terreno tan especial y ventajoso que el premio está casi en mis manos. Si ahora estoy en la sociedad de los Ángeles o de los Santos, será difícil que la amistad entre ellos y yo perdure si no puedo interesarme por ellos. Los hombres de mundo saben cómo dirigir tales oportunidades a favor de sus propios asuntos. Si Tú me has dado a María por Madre, que, ¡Dios mío!, es la Tuya, ¿no podré tener, como si fuera, un interés familiar en ella, para que no me abandone a lo último? Si tengo el derecho de orar y el don de impetrar, ¿no voy a asegurar esa perseverancia final, que no puedo merecer, y que es el signo y la garantía de mi predestinación? Tengo en mis manos todos los medios de aquello que no tengo y puedo obtener infaliblemente, aunque no pueda asegurarlo con certeza.

3.   Señor mío, me hundo casi en desesperación, en completo remordimiento cierto y disgusto de mí mismo, por descuidar totalmente estos medios que Tú has puesto en mis manos, contentándome con dejar que la cosas sigan su curso, como si la gracia me fuera a llevar infaliblemente a la gloria sin poner mi esfuerzo en el asunto. ¿Qué Te diré, Salvador mío? Que estoy encadenado a los hábitos, débil, impotente, atrofiado, sin crecimiento, y como si quisiera caminar por la vida como las criaturas inferiores, con mi cara mirando a la tierra, sobre pies y manos, o arrastrándome, en vez de tener una postura erecta y el rostro hacia el cielo. Dame lo que necesito, contrición por todos aquellos numerosísimos pecados veniales, negligencias y despreocupaciones, que son el presagio más seguro de que no estoy entre Tus predestinados. ¿Quién puede salvarme de mí mismo sino Tú?

4. Nuestro Abogado en el cielo

1.   No puedo penetrar Tus secretos designios, Señor. Se que has muerto realmente por todos los hombres, pero como no has ordenado eficazmente la salvación de todos, y como podrías haberlo hecho, es seguro que Tú haces por uno lo que no haces por otro. No puedo decir cuál ha sido Tu propósito eterno acerca de mí, pero si me dejo guiar por los signos que me has prodigado, puedo esperar ser uno de aquellos cuyos nombres están escritos en Tu libro. Esto lo se y lo siento enteramente, y lo creo en el caso de todos lo hombres, pero en mi propio caso, se y siento que si no consigo esa corona que veo y que está a mi alcance, es enteramente por mi culpa. Me has rodeado de Tus misericordias desde la niñez, me has cuidado tanto como si fuera importante para Ti, y como si perderme el cielo fuera que Tú me pierdes a mí. Me has llevado adelante a través de mil providencias misericordiosas. Me has acercado a Ti del modo más íntimo, me has introducido en Tu casa y cámara. Me has alimentado de Ti mismo. ¿No me has amado real, verdadera, sustancial y eficazmente, al pie de la letra? Lo sé. Tengo la plena convicción. Estás siempre esperando para darme beneficios, para derramar en mí bendiciones. Estás siempre esperando que Te pida que seas misericordioso conmigo.

2.   Si, Señor mío, Tú quieres que deba pedirte, y estás siempre escuchando mi voz. No hay nada que no pueda conseguir de Ti. Confieso mi nefando descuido con este privilegio. Soy muy culpable. He jugado con el más alto de los dones, el poder mover a la Omnipotencia. ¡Qué perezoso he sido para rezar pidiéndote por mis necesidades! ¡Qué poco he pensado en las necesidades de los demás! ¡Qué poco he puesto delante de Ti las necesidades del mundo, y las de Tu Iglesia! ¡Qué poco he pedido gracias determinadas en ayuda de las necesidades cotidianas! ¡Qué poco he intercedido por las personas! ¡Qué poco he orado pidiendo Tu guía y bendición para acompañar acciones y emprendimientos, aunque fuesen buenos en sí mismos!

3.   Mi Señor Jesús, aprovecharé el tiempo. Será demasiado tarde orar cuando la vida se haya acabado. No hay oración en el sepulcro. No hay merecimientos en el Purgatorio. Pequeño como soy a Tu santísima vista, soy fuerte en Ti, fuerte a través de Tu Inmaculada Madre, a través de Tus Santos, y por eso puedo hacer mucho por la Iglesia, por el mundo, por todo lo que amo. No dejes que la sangre de las almas caiga sobre mi cabeza. No dejes que siga mi propio camino sin pensar en Ti. Haz que ponga todo ante Ti, que pida Tu permiso para todo lo que me proponga y Tu bendición para todo lo que haga. No me moveré sin Ti. Levantaré siempre mi corazón hacia Ti. Nunca olvidaré que Tú eres mi Abogado ante el Trono del Altísimo. Como el reloj de sol responde a éste, así seré regido por Ti desde lo alto, si me tomas y me gobiernas. Que así sea, Señor Jesús, Me entrego totalmente a Ti.

Artículos relacionados

UN CAMINO CORTO A LA PERFECCIÓN

UN CAMINO CORTO A LA PERFECCIÓN

Es el decir de santos varones, que si queremos ser perfectos, no tenemos otra cosa que hacer sino realizar bien las obligaciones ordinarias del día. Un camino corto a la perfección. Corto, no por ser fácil, sino por ser pertinente y comprensible. No hay caminos cortos...

leer más
ORACION PARA PEDIR UNA MUERTE FELIZ

ORACION PARA PEDIR UNA MUERTE FELIZ

Mi Señor y Salvador, sostenme en esa hora con los fuertes brazos de Tus sacramentos, y con la pura fragancia de Tus consuelos. Que las palabras de la absolución sean dichas para mí, que el santo óleo me marque y selle, que Tu propio Cuerpo sea mi alimento y Tu Sangre...

leer más