SOLO DIOS ES INMUTABLE

septiembre 17, 2020

Quo ego vado, non potes Me modo seguir, sequeris autem postea

Donde Yo voy no podéis seguirme ahora , pero más tarde me seguiréis (Jn 13,36)

1.   ¡Tu solamente, Dios mío, eres lo que siempre has sido! Los hombres cambian. Tú eres inmutable, más aún, hasta como hombre has sido siempre inmutable, pues Jesús es el mismo ayer, hoy, y para siempre. Tu palabra perdura en el cielo y en la tierra. Tus decretos están fijados, Tus dones concedidos sin arrepentimiento. Tu naturaleza, Tus atributos, son siempre los mismos. Siempre existió el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Te adoro en la paz y la serenidad de Tu inmutabilidad. Te adoro en ese imperturbable cielo que eres Tu mismo. Fuiste perfecto desde el principio; nada puedes ganar y nada podrías perder. No hay nada que pueda compararse a Ti, porque nada existe que Tú no lo hayas creado y puedas destruir. Repito, te adoro en esta Tu infinita estabilidad, que es el centro y el sostén de todas las cosas creadas.

2.   El hombre, por el contrario, es siempre cambiante. No pasa ni un día en que yo no esté más cerca de la sepultura. Cualquiera sea mi edad, o el número de mis años, estoy siempre reduciendo el intervalo entre el tiempo y la eternidad. Siempre estoy cambiando en mí mismo. La juventud no es como la vejez, y estoy continuamente cambiando a medida que paso de la juventud hacia el final de la vida. ¡Dios mío, me desmorono en la medida que avanzo! Me estoy disolviendo ya en mis elementos primigenios. Mi alma ciertamente no puede morir, porque Tu las has hecho inmortal, pero mi forma corporal está continuamente convirtiéndose en ese polvo del cual fue sacado. Todas las cosas bajo el cielo cambian: primavera, verano, otoño, cada uno tiene su turno. Las fortunas del mundo cambian. Lo que era elevado yace en lo bajo, lo que era bajo se eleva. Las riquezas toman alas y vuelan, las pérdidas ocurren. Los amigos se convierten en enemigos, y los enemigos en amigos. Nuestros deseos, intenciones y planes, cambian. ¡No hay nada estable excepto Tú, Dios mío! Y eres el centro y la vida de todos los que cambian, de todos los que confían en Ti como Padre suyo, que acuden a Ti, y están conformes con ponerse en Tus manos.

3.  ¡Yo se, Dios mío, que debo cambiar, si he de ver Tu rostro! Debo sufrir el cambio de la muerte. Cuerpo y alma deben morir a este mundo. Mi verdadero ser, mi alma, debe cambiar a través de una verdadera regeneración. Nadie excepto el santo puede verte. Como Pedro, no puede ahora tener la bienaventuranza que tendré después. “No puedes seguirme ahora, pero más tarde me seguiréis”. Señor, sostenme mientras prosigo en este gran cambio, tremendo y gozoso, con la gracia de Tu inmutabilidad. Mi inmutabilidad aquí abajo es perseverar en el cambio. Haz que día tras día sea moldeado por Ti, y cambiado de gloria en gloria, para contemplarte siempre y apoyarme siempre en Tus brazos. Yo se, Señor, que debo atravesar pruebas, tentaciones y muchos conflictos, si he de llegar a Ti. No se lo que me espera, pero se tanto como esto: se también que si Tú no estás conmigo, mi cambio será para peor, no para mejor. Cualquier fortuna que tenga, sea rico o pobre, saludable o enfermo, con amigos o sin ellos, todo se volverá malo si no estoy sostenido por el Inmutable, y todo se volverá bueno si tengo a Jesús conmigo, que es el mismo ayer, hoy, y para siempre.

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